Cuando quitaron las ovejas, el páramo comenzó a recuperarse. Sin sus desechos, mejoró la calidad del agua. Sin sus pezuñas apelmazando el suelo, la vegetación renació. Al principio tímidos, llegaron los venados de cola blanca en búsqueda de hierbas para comer y de arbustos para refugiarse. Detrás de ellos reaparecieron los pumas.
Los s financian la conservación
En 2010, la Empresa Pública Metropolitana de Agua Potable y Saneamiento de Quito (EPMAPS) compró unas 7000 hectáreas de una hacienda que se dedicaba a la crianza de ovejas. Más tarde, el Fondo para la Protección del Agua para Quito (FONAG) compró unas hectáreas adicionales. Ahora, el Área de Protección Hídrica Antisana, ubicada en las estribaciones occidentales del volcán y junto al Parque Nacional Antisana, suma 8500 hectáreas.

El FONAG “es una alianza entre grandes s del agua del Distrito Metropolitano de Quito”, según De Bièvre. Se creó en 2000. La EPMAPS, la Empresa Eléctrica Quito y The Nature Conservancy estuvieron entre los fundadores. Se adhirieron empresas privadas usuarias del agua. Con los aportes de cada institución se creó un fideicomiso para 80 años, con el mandato de conservar y proteger el agua para la capital ecuatoriana.
La principal fuente de rendimientos del fondo proviene del 2 % de las recaudaciones que hace la EPMAPS a sus s. Es decir, los habitantes de Quito son los contribuyentes mayoritarios. De Bièvre señala que además tienen otros ingresos. Uno de ellos es un programa de reposición de huella hídrica en la que empresas como General Motors o Quiport –la empresa que istra el aeropuerto de la ciudad– aportan al fondo.
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Imagen principal: La Reserva Ecológica Antisana contiene páramos y bosques andinos que se extienden por 120 mil hectáreas. Foto: Valentina Tuchie.
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