- Nahuel Arenas es jefe de la Oficina Regional para las Américas y el Caribe de la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR).
- En diálogo con Mongabay Latam explica cuál es el cuadro de situación de Latinoamérica con respecto a los llamados desastres naturales.
- La clave está en invertir en prevención, asegura, pero además explica cómo debe invertirse el dinero público y privado.
- Los sistemas de alerta temprana multiamenaza son centrales en el nuevo escenario que enfrenta el mundo frente al cambio climático, asegura.
El argentino Nahuel Arenas no habla de desastres naturales. Desde julio de 2023, es jefe de la Oficina Regional para las Américas y el Caribe de la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR). Tiene más de 20 años de experiencia dirigiendo programas humanitarios, trabajando en la reducción del riesgo de fenómenos naturales en diferentes países de América Latina y el Caribe, además de África, Asia y el Pacífico.
Antes de incorporarse a la UNDRR, se desempeñó como director Humanitario para la organización OXFAM en Estados Unidos. Tiene una maestría en Política Internacional (Universidad de Londres) y estudios de especialización en política pública (FLACSO) y gestión de crisis (Universidad Complutense de Madrid).
Arenas ha visto las consecuencias de las inundaciones, los huracanes, los volcanes, las sequías extremas, los terremotos, los incendios, pero se niega a llamarlos desastres naturales, como solemos hacer comúnmente. Son fenómenos naturales, afirma. Lo que los transforma en desastres son las decisiones humanas, en especial, las de quienes gobiernan.
Desde Panamá, donde reside actualmente, dialogó con Mongabay Latam sobre lo que ha estudiado desde su rol en la ONU y en o con los países de la región. ¿Por qué los fenómenos naturales siguen impactando de manera imprevista y arrolladora en nuestros países? Arenas dice que tenemos las respuestas y soluciones pero no las aplicamos.

-Ha recorrido varios puntos de Latinoamérica en los últimos meses. ¿Cómo ve a la región frente a los fenómenos naturales? Todo indica que nuestros países no están preparados para afrontarlos…
-Veo una situación que se podría considerar tal vez un poco paradójica. Hay muchos factores y muchas variables, pero primero vemos que hay una mayor conciencia del impacto de los desastres y de cómo el cambio climático ha exacerbado la intensidad, la frecuencia de los eventos extremos, sobre todo los meteorológicos, obviamente. Y creo que esa es una realidad muy preocupante. Sequías, incendios forestales, inundaciones, esto empieza ya a ser bastante complicado. En el sur de Brasil, tuvimos en Río Grande do Sul una catástrofe terrible con las inundaciones: la segunda catástrofe más costosa del mundo en 2024. Estas situaciones se repiten en Argentina, Chile, Centroamérica, en el Caribe. Creo que hay una mayor conciencia y llamado de atención de que este es un tema serio, grave y que es un tema que tiene importantes costos no solo de vidas sino costos económicos.
-¿Qué tanto invierten nuestros países en prevenir estas catástrofes?
-Lo que llevamos analizando en los presupuestos nacionales de varios países de la región es que, si bien esta situación y su gravedad son reconocidas por todos, la inversión en prevención no está. Hay un enfoque muy reactivo con el tema de los desastres, que está un poco pasado de moda, en el sentido de que ya se sabe que por ahí no va la cosa. ¿Por qué? Porque responder a un desastre es, en primer lugar, llegar tarde, y después es muy caro y te atrapa en un círculo vicioso de respuesta-reconstrucción. Todo está pasando tan rápido y tan frecuentemente, que los países no terminan de recuperarse de un desastre que ya les viene el siguiente. Nosotros analizamos los países que etiquetan en el presupuesto el gasto en prevención, es decir, aquellos que dicen: esto es lo que estamos gastando. Algunos países ni siquiera lo etiquetan. Pero los que lo hacen y los que analizamos gastan en prevención entre el 0.1 % y el 2.3 %, 2.4 % de su presupuesto nacional. La conclusión es que no estamos invirtiendo suficientemente en prevención de una manera que esté en línea con el impacto económico de los desastres en la región de Latinoamérica y el Caribe.

-¿Cómo impacta en las economías no invertir en la prevención de inundaciones, huracanes, sequías?
-Según la Coalición Internacional de Infraestructura Resiliente, solo en pérdidas directas, unos 58 000 millones de dólares de pérdidas en infraestructura. Y son las directas, luego está cuánto se perdió en puestos de trabajo, cómo afectó a la salud, cómo afectó a la educación, a la cadena de suministro, a los servicios. Sabemos que las pérdidas son muy grandes. Y lo otro, el tercer punto que observo es que las soluciones las conocemos. No es que las soluciones son misteriosas. La solución es invertir más en prevención pero es en lo que se gasta menos. Los países deben tener un enfoque multisectorial. Tienes áreas de Protección Civil, Defensa Civil, direcciones de gestión de riesgos que no son capaces de gestionar algo tan importante que afecta a toda una economía. Y el enfoque debe ser no sólo nacional, sino provincial o de una ciudad.
-¿Cómo funcionaría eso en la práctica?
-No puedes tener solo un departamento, una unidad dedicada a la reducción de riesgos sino que se debe aplicar en educación, en obra pública, en infraestructura, en todas las inversiones públicas y privadas. Entonces no es solo aumentar ese 0.1 % ó 2 %, sino asegurar que toda la inversión pública en todos los sectores esté informada por el riesgo. ¿Qué quiere decir informada por análisis de riesgo? Crear una sociedad más resiliente. Entonces, yo siempre doy un ejemplo para ponerlo de una manera muy pragmática: el hospital más caro, la escuela más cara es la que no sobrevive a un desastre. Tienes que hacer dos y hasta tres veces ese hospital, esa escuela porque no estaban preparados desde el punto de vista de la prevención de riesgos. Entonces es más barato tener en cuenta los riesgos. Tal vez hay que agregarle un plus a la inversión que te asegure que el hospital o la escuela es sismorresistente o tiene en cuenta que hay unas napas muy altas y que no se va a inundar.

-¿Por qué seguimos atrapados como usted dice en esta lógica?
-Resiliencia significa no solo estar preparado para estos impactos de fenómenos extremos o amenazas que pueden ser tanto de origen natural como una pandemia. También implica poder responder y salir fortalecidos, no salir con las mismas vulnerabilidades que teníamos antes. Tiene que ver no solo con las infraestructuras sino también con los mecanismos de gobernanza. Nosotros siempre decimos: los desastres no son naturales, no existen los desastres naturales, existen fenómenos que pueden ser naturales o pueden ser biológicos si es una pandemia. Pero si tienes las capacidades y los mecanismos de gobernanza, si hiciste las inversiones, esos fenómenos no necesariamente se tienen que traducir en un desastre. Puede ser un fenómeno. Continúa la vida. Pero son desastres cuando están los factores de exposición y de vulnerabilidad. En las narrativas que nosotros vemos en la sociedad, en los medios, en todos lados, vemos a los desastres como estos fenómenos en los que la naturaleza se enojó con el mundo y que no podemos hacer nada. ¿Has invertido, tienes infraestructura adecuada, le das mantenimiento a la infraestructura? Por ejemplo, en Rio Grande do Sul estaban construidos los diques, pero había un problema de mantenimiento. ¿Tienes tus planes, tus estrategias?
-¿Los gobiernos de Latinoamérica cuentan con el personal indicado para hacer estos análisis de riesgo? ¿Alcanza con los técnicos que tenemos? ¿Necesitamos más? ¿Hay que recurrir al sector privado, a otras regiones?
-Hay personal técnico muy calificado en nuestra región. ¿Es suficiente? No, no es suficiente. Creo que una de las claves es que no estén solamente en un sector, en un departamento, sino que estén en los diferentes departamentos que componen el Estado. Que tengas un especialista en gestión de riesgos que esté en el ámbito educativo y que contribuyamos a las currículas escolares, que contribuyamos a la seguridad de las escuelas, en la salud, en obras públicas, en el ministerio de Finanzas. Entonces eso sí que no está en todos los ámbitos. Ahora, sí está en el sector privado. No sería un problema si nosotros trabajáramos de manera estrecha con el sector privado. Y está bien que estén en el sector privado. Y está bien que el sector privado, que también es el responsable de la mayor parte de las inversiones en los países, realice sus inversiones informadas por el riesgo. Si te vas a cargar los manglares y vas a construir un hotel, por ejemplo, debes saber que en realidad los manglares son una protección natural. Y si vas a construir un barrio en una sierra, saber que cuando llueve, se derrumba. Entonces, es necesario crear las normas que se hagan cumplir, pero también crear los incentivos para que el sector privado realmente invierta en resiliencia. “Esta es una zona inundable. Puedes llevar adelante tu proyecto, pero mira, es importante que esto esté en altura, es importante que tenga los drenajes adecuados, es importante el mantenimiento en el plan de negocio de tu proyecto. Es importante que esto esté alineado con la normativa”. Al sector privado hay que verlo como un aliado. Si hay información que las compañías de seguros generan, es importante conocerla, que se comparta información. A las compañías de seguros les interesa tener una mayor cobertura y a todos nos interesa tener una mayor cobertura.
-¿Cuál está siendo el rol de los seguros en la región?
-En 2024 la cobertura de América Latina y del Caribe era del 13 % para impactos de los desastres. Si hay un 87 % no cubierto, entonces primero eso es mercado para el sector privado. Segundo, eso es fundamental para las familias y las empresas. Entonces al Estado, a la sociedad, también les interesa que haya esa cobertura. Estar cubierto en una pequeña o mediana empresa o en una casa significa que le puedo volver a construir el techo, le puedo volver a hacer las ventanas. Debería verse como una de las claves, una de las llaves para avanzar en este tema.

-¿Qué evaluación hace de la ola de incendios que ha tenido la región en 2024 y 2025?
-La mayor parte de los incendios tiene un origen humano. Pero aquí hay varias cosas que comentar. El hecho de que todos los años rompamos los récords de temperaturas, que tengamos sequías más pronunciadas, es decir, los factores que llevan a que algo se encienda y que se expanda de una manera mucho más grande, tienen que ver también con el contexto del clima. Entonces no se puede separar, hace que esto sea descontrolado. Número dos: si uno tiene un mecanismo de control del fuego que está sólido, con un mecanismo de monitoreo sólido, porque tenemos más tecnología, como las imágenes satelitales, puedes ver que el fuego avanza. Esa tecnología la tienes que combinar con un monitoreo en el lugar, es decir, que haya una torre, un ser humano que está ahí, que puede ir, responder, con un sistema de intercambio de información, con planes, estrategias, con una comunidad preparada. Que la comunidad que esté expuesta al fuego, sepa dónde evacuar, a dónde tienen que ir, a quién llamar, cómo combatirlo. La parte humana también puede ser positiva. Es decir, puede haber un accidente, pero hay un mecanismo que puede responder rápidamente y que no necesariamente tiene que terminar en algo tan desastroso.
-A pesar de la ola de negacionismo del cambio climático en algunos gobiernos de la región, usted dijo que nota más consciencia en el impacto del clima en los fenómenos que desencadenan catástrofes…
–Incluso en los países donde el negacionismo del cambio climático está en la retórica pública, no niegan que hay más desastres y que el problema está creciendo. Aun en esos países, nosotros trabajamos bien y desde el entendimiento de que es un problema creciente el de los desastres, más allá de la causa. Para mí la ciencia es la ciencia, pero más allá de eso, se puede conversar y hablar sobre sobre cómo prevenir más y mejor.

-¿Algún episodio o algún país que estén monitoreando últimamente lo ha sorprendido en lo positivo, en cuanto a cómo planificaron, cómo trabajaron en la prevención?
-El año pasado la temporada de huracanes tuvo al huracán Beryl, con impactos bastante fuertes en algunos países, como Granadas, San Vicente y las Granadinas. Pero en general hay un mecanismo regional en el Caribe que se viene aceitando año tras año, y que se movilizó bastante rápido. Se movilizó bastante el sector privado. Se movilizaron las instituciones de respuesta a tiempo. Cada vez más se están llevando adelante acciones anticipatorias, es decir, no tanto esperar a que el huracán llegue. Lo que tiene un huracán es que lo puedes ir midiendo con una semana o más de anticipación, puedes ir calculando su trayecto y eso te permite, por ejemplo, que no solo tengas acciones de mitigación, sino que puedas dar ayuda a ciertas comunidades que sabes que la van a necesitar. Eso hace que el impacto sea menor o que la gente se pueda movilizar. Fue un caso de éxito en general en la región. Se ha avanzado mucho en normativas, en planes, en estrategias. Hay ciertos avances con respecto a países con fondos de contingencia, con acuerdos con créditos contingentes. Si pasa algo, yo ya sé que tengo una línea de crédito. Si bien te permite una respuesta y una recuperación más rápida, sigue siendo reactivo. No son inversiones en prevención. Por otro lado, países como Costa Rica y Colombia tienen su normativa sólida. Pero en general, necesitamos invertir mucho más en prevención y en todos los sectores.

-Muchos de nuestro países pueden responder que somos países pobres y no hay dinero para la prevención…
-Hay países, tal vez países más pequeños, más expuestos, que a nivel porcentual invierten más en prevención que otros países que son potencias. No es solo aumentar la inversión en prevención, sino asegurarse de que siempre va a haber inversión pública y privada. Asegurarse de que esa inversión pública y privada esté informada por el riesgo. Después, la asistencia oficial al desarrollo, la cooperación internacional, solo invierte el 1 % en reducción de riesgo de desastres en nuestra región. También es una tasa muy baja. Creo que los países, tengan el presupuesto que tengan, tienen que asumir la responsabilidad de aumentar la inversión en prevención y asegurar que todas sus inversiones estén protegidas, porque esas inversiones cuestan muchísimo. Estamos en un mundo con fenómenos meteorológicos extremos, cada vez más frecuentes. Más del 80 % de los desastres en la región tienen su origen en fenómenos meteorológicos. Por eso hablamos mucho de invertir en sistemas de alerta temprana multiamenaza, es decir, tener en cuenta que puede venir una pandemia a la vez que te toca una tormenta y que esa tormenta puede crear una inundación. Las crisis económicas también están conectadas con nuestra capacidad de tener más o menos resiliencia.
-Mencionó los sistemas de alerta temprana multiamenaza. ¿De qué se trata?
-Estamos en un contexto con mucha incertidumbre en la economía. Tenemos países que están súper endeudados, cuyos presupuestos casi van directamente al pago de deuda. Lo que nosotros decimos, y es también una iniciativa del Secretario General de Naciones Unidas, [Antonio] Guterres, una posibilidad de inversión que tiene un retorno muy grande, que requiere poca inversión y otorga mucho beneficio son los sistemas de alerta temprana multiamenaza. ¿Por qué? Porque está probado que reduce la mortalidad seis veces. Está probado que con 30, 24 horas de aviso que te puede dar un sistema de alerta temprana reduces el impacto económico de un desastre hasta un 30 %. Entonces, por eso se lanzó a nivel mundial esta iniciativa, buscando una mayor inversión en sistemas de alerta temprana, entendiendo que tienen un retorno muy grande y que la mitad de los países del mundo no están cubiertos por estos sistemas. Y debe ser multiamenaza porque ha pasado mucho en los últimos años que países o ciudades que tienen un sistema de alerta temprana, por ejemplo, para tsunami, luego les agarró un incendio muy fuerte, por ejemplo en Hawái. O tienen un sistema de alerta temprana de terremoto, pero les agarró unos vientos huracanados, una tormenta que generó inundaciones para las que no estaban preparados. La cosa está cambiando. Tuvimos ciclones en el sur de Brasil, antes no pasaba. Estamos trabajando mucho en países como Guatemala, en países como Barbados. Barbados tiene una política nacional de alerta temprana que realmente es ejemplar. Se lo está tomando muy en serio. Países como Antigua y Barbuda, países como Haití, que tienen muchísimos desafíos, están avanzando a pesar de sus limitaciones.

-¿Cómo deberían funcionar estos sistemas?
-En un sistema de alerta temprana tienes cuatro pilares fundamentales. Toda la parte de conocimiento del riesgo, que es justamente lo que nosotros trabajamos. Es decir, tienes que tener actualizados tus mapas de riesgo, entender que los incendios pueden ser más intensos, más esparcidos, más duraderos. Tienes que entender cómo los riesgos están interconectados. La otra parte tiene que ver con el monitoreo y los pronósticos, a cargo de los sistemas meteorológicos, de los institutos de vulcanología en los países que tienen volcanes, por ejemplo. Las instituciones que estudian la actividad sísmica. La tercera pata tiene que ver con todo lo que es comunicación y telecomunicación. Al entender cuál es tu situación de riesgo, monitoreas esa situación y tienes en cuenta los pronósticos. Luego decides cómo los comunicas y cómo aseguras que la comunicación sea efectiva. En Brasil se avanzó mucho con las alertas en el teléfono. Tienes que asegurarte que le llega a la población o a las comunidades indicadas y que les indicas qué es lo que tienen que hacer. Necesitas un sistema en el que intervengan muchas instituciones y que todo eso esté coordinado. En la mayoría de los países hay muchos de estos componentes que existen pero que no están bien conectados.
Imagen principal: Nahuel Arenas, jefe de la Oficina Regional para las Américas y el Caribe de la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR). Foto: UNDRR
Nota: este artículo se actualizó el 2 de junio de 2025 para corregir una atribución al entrevistado. Donde decía «desastres naturales» debía decir «desastres».