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Un parque de biodiversidad abrumadora
El tiempo iba a transcurrir veloz, incluso en la aparente calma de El Impenetrable. Poco más de un año más tarde, unas pasarelas de madera elevadas sobre la tierra del parque —para no entorpecer el paso de la fauna por debajo ni perjudicar el suelo— ya dibujaban caminos a través de los 500 metros cuadrados que ocupa la Estación. Las filas de tablas comunican las diferentes dependencias del lugar: la sala principal, la cocina, el laboratorio, las diferentes carpas-habitaciones. Hoy, una serie de es solares brinda electricidad de manera continua, la línea de internet funciona con razonable eficacia, una bomba solar permite extraer agua potable de la laguna, “y hasta conseguimos un termotanque a leña para tener agua caliente”, agrega con alegría Nicolás Muñoz, técnico de campo. La época de la precariedad quedó en el recuerdo.
Las cifras de Gerardo Cerón se acumulan sobre la mesa de trabajo: 339 especies de artrópodos; 353 de plantas; 332 de aves; 57 de mamíferos; 48 de reptiles; 36 de anfibios; 70 de peces y 20 de hongos. El número de especies presentes en el parque inventariadas hasta la fecha crece de manera permanente, aunque todos coinciden en que todavía hay mucho por desentrañar. “Es un parque complejo, con una biodiversidad abrumadora que no deja de sorprendernos”, dice este doctor en Biología que cambió su hábitat patagónico natal por el agobiante calor chaqueño. La explicación de tanta riqueza, explica, está en la gran diversidad de ambientes: “Tenemos dos riegos [el río Bermejo, también llamado Teuco en este sector; y el Bermejito, que era el cauce original del Bermejo] que generan una situación de humedad bastante independiente del sistema de precipitaciones, que es bastante bajo”.

Oso hormiguero registrado en el Parque Nacional El Impenetrable, en el Gran Chaco argentino. Crédito: Archivo de Gerardo Cerón.
La humedad, sin embargo, no es pareja en toda el área. El gradiente se va modificando desde la zona del río y la laguna hacia el centro del parque, lo cual crea ambientes de distintas características y explica la variedad de especies. “Aquí se encuentra prácticamente toda la fauna emblemática del Chaco húmedo, como el aguará guazú o el mono aullador; pero también los mayores representantes del Chaco seco, como el tatú carreta (Priodontes maximus) y el pecarí quimilero (Catagonus wagneri). Es impresionante tener toda esa gama reunida en un solo lugar”, enfatiza Cerón.
Alejandro Serrano también es biólogo, y es el encargado de anotar en su cuaderno los artrópodos y las plantas, una tarea que juzga resignadamente como ‘eterna’. “Creo que es imposible descubrir toda la variedad de invertebrados que existen en el parque. Hay muchas que a simple vista se parecen entre sí y solo se diferencian en cuestiones mínimas que encuentran los entomólogos después de estudiarlos a fondo”, subraya, y algo semejante le ocurre con el mundo vegetal: “Se calcula que hay unas 3000 especies en la provincia, y aunque muchas del Chaco húmedo seguramente no estarán aquí, dudo que lleve contabilizadas más del diez por ciento. Además, hay que tener en cuenta las efímeras, que florecen después de una lluvia fuerte y vuelven a desaparecer unos días después”.

Aguará popé (Procyon cancrivorus) en el Parque Nacional El Impenetrable. Crédito: Archivo Gerardo Cerón.
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¿Una nueva especie de rana?
La presencia permanente ofrece la posibilidad de rastrear el monte en todas las épocas del año, lo que abre un abanico de investigación imposible de obtener de otro modo. “Las campañas ‘normales’ se organizan en función del tiempo o calculando la época en que se supone pueden conseguirse más datos”, comenta Cerón, “pero inevitablemente se pierde información”. Vivir dentro del área protegida, en cambio, transforma la perspectiva. El trabajo se convierte en una rueda que gira de manera constante y el bosque va mostrando sus secretos: lo que sucede cuando la laguna aumenta su caudal o cuando acecha la sequía, qué aves se dejan ver o se esconden en días de viento fuerte, las variaciones del paisaje en las distintas estaciones.

Jabirú (Jabiru mycteria) registrado en el Parque Nacional El Impenetrable, en el Gran Chaco argentino. Crédito: Archivo de Gerardo Cerón.
“Todo el tiempo estás recolectando información, aunque uno no vaya específicamente a buscarla”, señala quien dirige las operaciones en El Teuco: “Una caminata para ir a cambiar la memoria o limpiar una de las 30 cámaras trampa que tenemos instaladas puede reportar un nuevo registro de una planta o de un insecto; percibir un canto desconocido durante la noche permite descubrir, por ejemplo, que el lechuzón mocho grande (Pulsatrix perspicillata) habita la laguna cuando se pensaba que no era así”. El hallazgo de una rana que solo se deja ver en condiciones muy especiales es otro ejemplo al respecto: “Estamos pendientes de hacerle el análisis de ADN cuando acabe la cuarentena porque es posible que se trate de una nueva especie. Le hemos enviado ejemplares a una experta en ese género y nos dijo que es probable”, se entusiasma Cerón.
Con tanta información a mano, el equipo de la estación está en condiciones de hacer un diagnóstico muy preciso de la salud del parque. “El estado de conservación no es óptimo, pero sí bueno, mejor que en otros parques”, subraya Cerón. La extracción forestal y la proliferación del ganado vacuno durante los tiempos en los que fue finca privada son las causas de que algunos sectores se vean degradados.